«Anything can happen and it probably will» directorio 
Yo decido.

Relatos Dreamers

     —Veamos, ¿me lo puede explicar otra vez? —preguntó el inspector Carralero, a la vez que mordía compulsivamente su pitillo de tabaco negro.
     El agente miró a su alrededor desde el asiento que ocupaba. Era un despacho aséptico, con las paredes pintadas de blanco y sumamente funcional, apenas había adornos innecesarios excepto un par de placas metálicas donde estaban grabados los títulos del propietario del despacho.Añadir Anotación
     — ¿Qué quieres que te explique, que ha pasado lo que jamás debería haber pasado? —respondió desde su ostentoso sillón de director Freixas, el encargado de comunicaciones externas de la Spanish Robotics y, a la sazón, encargado de la planta de producción de A Coruña.
     — ¡Sí, demonios! Tengo que presentar un informe en la comisaría lo antes posible y con el mayor número de detalles técnicos posibles.
     —Verá, ni yo mismo lo entiendo todavía. Lo realizado por la robot de la serie A.N.A 2.0 sobrepasa mis conocimientos de ingeniería robótica (y no es por ser un presuntuoso, pero me consideran el mejor roboticista de Europa) —afirmó con falsa modestia Freixas.
     —Entonces ¿qué hacemos? Según su compañía, al poco de suceder el incidente, ese robot fue examinado por sus mejores expertos sin obtener resultados concluyentes que les llevaran a averiguar los motivos de su mal funcionamiento. Me imagino que me están ocultando algo, porque lo que pasó no es normal.Añadir Anotación
     —Señor, en esta empresa no le estamos ocultando nada. Puedo afirmarle que los exámenes casi han concluido y falta apenas por realizar una prueba apenas concluyente sobre si la radiación del ambiente pudo afectar a la programación de A.N.A. 2.0, cosa muy dudosa debido a que pertenece a la serie de robots más avanzada construida hasta la fecha y posee el mayor número de medidas de seguridad en su programación desde que el primer y último robot de la serie 1.0 tuviera ese, ejem... desliz.Añadir Anotación
     —Qué ¿cuando el ex presidente Zamora se amancebó con “ella”, como si fuera una mujer humana? —comentó en tono divertido el policía.
     —¡Por favor! Eso son sólo habladurías. Jamás ha podido demostrarse lo que usted afirma y mi compañía niega todas esas habladurías.
     —Por ello no está ahora el ex presidente retirado disfrutando del clima tropical de Groenlandia en compañía de A.N.A. 1.0... Venga, se que el diseño del cerebro electrónico de esos cacharros que fabrican lleva un componente secreto, tal fórmula de la Coca Cola, que la Spanish Robotics se niega a hacer público para que no se les termine el chollo.Añadir Anotación
     —Ese tema del componente secreto es una leyenda urbana —aseguró Freixas, optando por hablar con un tono de voz lo más corporativo que pudo— Además, aunque fuera cierto, no estoy autorizado a rebelarle secretos de la empresa, ni siquiera bajo juramento ante un tribunal.
     —Perfecto, entiendo que las leyes de las grandes corporaciones están por encima de las leyes civiles de los estados. ¡Pero aquí estamos hablando de un error de diseño que puede poner en peligro las vidas de muchas personas! —Dijo Carralero cada vez más enfadado con los obstáculos que le había impuesto la burocracia con la que se había topado desde que la Central le ordenó resolver este caso. —Añadir Anotación
     »Se lo advierto, ninguna mierda de empresa como esta, por muy poderosa que sea me impedirá llegar hasta la verdad de los hechos.
     —Señor, le recuerdo que esta hablando con la empresa líder en Europa en el campo de la fabricación de robots, nuestro poder excede al suyo y al del gobierno que representa. No se ni cómo las Corporaciones permiten todavía que exista un cuerpo policial dependiente de los estados y no de ellas.Añadir Anotación
     Colérico, Carralero se levantó de su asiento y con un ademán mostró su desaire al director de esa fábrica. A continuación dijo:
     —¡Mire, habíamos empezado bien esta conversación y usted, su complejo de superioridad y sus asquerosos secretos de empresa lo han estropeado todo! —Bramó en tanto el gastado pitillo que llevaba pegado al labio inferior caía sobre el pulcro escritorio, dejando una mancha de ceniza en la madera barnizada— Si quieren saber qué le pasó a esa condenada máquina, háganlo por su cuenta y no vuelvan a solicitar los servicios de la policía. Me marcho.Añadir Anotación
     El policía se marchó cabreado en dirección a la puerta automática que se abrió con un tímido siseo. Abandonó ese despacho y se encaminó por el también aséptico y blanco pasillo en dirección a donde recordaba estaba la salida de la fábrica.
     En su despacho, Freixas se quedó sentado en su sillón intentando entender el fracaso de su entrevista con Carralero. Estaba atado de pies y manos debido a las órdenes venidas desde arriba que le impedían divulgar secretos de empresa. Cuando lo dio por perdido se le ocurrió cómo podía la Policía No Empresarial examinar el cerebro de A.N.A. 2.0 sin infringir la ley de patentes secretas.Añadir Anotación
     Se levantó de pronto de su asiento y abrió la puerta automática con el mecanismo manual, deseando que el inspector Carralero no hubiera abandonado el edificio.
     Freixas corrió el pasillo lo más rápido que pudo y alcanzó a Carralero cuando éste se disponía a entregarle su acreditación al robot encargado de la seguridad de la sección 10 de la sede de Spanish Robotics (recordó también en esos momentos que debía dejar de usar las aceras automáticas para pasear por la calle y que necesitaba comenzar a hacer una dieta).Añadir Anotación
     —Perdone, señor Carralero. Todo ha sido un malentendido provocado en parte por mí, al no ofrecerle todas las opciones que teníamos para resolver este asunto.
     —Pues haber empezado por ahí, hombre... Que el tiempo no me sobra precisamente para andar malgastándolo. —Protestó el inspector— ¿Qué me propone para poder sacar algo en claro de este asunto?
     —Verá, la policía no puede acceder a la memoria del cerebro positrónico de A.N.A. 2.0 pues por ley no le está permitido; pero sí podría intentar realizar un examen de su memoria de forma indirecta mediante preguntas verbales a la unidad. Éste sería un método igual de fiable y válido que otros más avanzados puesto que los robots no están programados para mentir.Añadir Anotación
     —Tampoco lo están para fornicar, como A.N.A. 1.0, o para hacer lo que hizo la versión 2.0. Pero si es la única opción que tengo de hacer algo, bienvenida sea.
     »Además, hacía tiempo que con tanto adelanto, no sometía a un interrogatorio tradicional a un sospechoso.

***
     La “sala de interrogatorios” que montó la Spanish Robotics le resultó ciertamente aterradora a Carralero.
     Era una estancia pequeña, blanca, aséptica e iluminada por una fantasmal penumbra, ubicada en uno de los profundos sótanos de la planta de producción en serie de cerebros positrónicos de A Coruña.
     Un grueso cristal blindado separaba a los humanos de la zona habitada en exclusiva por robots y androides.
     Al lado de Carralero, todos sentados en unos funcionales sillines, estaban el siempre estirado Freixas, un técnico en robótica y dos agentes de seguridad humanos armados con dos pistolas D.O.R., el único arma capaz de detener a los robots sin dañarlos.
     Tras el cristal, A.N.A.2.0 se encontraba custodiada por varios androides de seguridad dispuestos a terminar con cualquier intentona de escape que pudiera cometer este robot.
     Más allá de A.N.A. y los androides (alojados en una estancia de paredes transparentes) se extendía toda una ciudad subterránea más grande que La Coruña habitada en exclusiva por robots, androides y demás seres artificiales dotados de IA que viven en esta zona a la espera de ser reparados o de ser comprados. Si no fuera por la bóveda de acero que cubría a la ciudad (dotada de todos los elementos de una ciudad “real” como altos edificios, medios de transporte colectivos, largas calles y elementos decorativos de mobiliario urbano) cualquiera podría haberla confundido con una ciudad de la superficie habitada por humanos.Añadir Anotación
     Mirar al horizonte de la ciudad de los robots le causó nauseas al inspector, que trató de hacer esfuerzos por no mirar allá y centrar su mirada en el ser mecánico al que debía interrogar. Una niñera para niños ricos, opinó al examinarla. Mientras tanto, sus hijas apenas podían disponer de una canguro humana de apenas dieciséis años porque él no podía permitirse con su modesto sueldo alquilar una de esas latas último modelo.Añadir Anotación
     Se tragó sus miedos y prejuicios, como buen profesional que era, e inició el interrogatorio:
     —Unidad A.N.A.2.0, soy Antón Carralero, inspector de la Policía No Empresarial y vengo a realizarle un examen a propósito de la violación que llevó “usted” a cabo, el martes 23 de septiembre a las 23:00 horas, de una de las directrices de sus programas instalados en su CPU.Añadir Anotación
     —Perdone, no entiendo su cuestión. Según mis bancos de memoria no he cometido ninguna infracción en mis programas. —La frialdad inhumana con que A.N.A contestó a su pregunta le resultó chocante a Carralero, era como si en lugar de frente a una máquina; estuviera frente a un delincuente mentiroso.Añadir Anotación
     —Pues tendrían que revisarle la memoria a ese trasto, por lo que dice, podría tenerla estropeada. —le comentó el inspector en voz baja a Freixas— O eso; o nos está mintiendo.
     —Le realizamos esta mañana un “Scandisk” a su disco duro y todo estaba bien... —replicó Freixas— Y está el hecho de que las unidades de esta serie no están programadas para mentir.
     —Pues estamos apañaos, no entiendo cómo en algunas corporaciones europeas siguen usando software propiedad del Monopolio del Gobierno/Corporación de los USA (que falla más que una escopeta de feria) y no el Software libre de la República Socialista de Cuba, como hace casi todo el mundo en Europa que tenga al menos dos dedos de frente. —exclamó con desagrado Carralero— ¿Cómo voy a saber si “eso” me dice la verdad o una mentira?Añadir Anotación
     —No lo se, pero usted es el policía y el estado le paga para que investigue donde se le requiera. —replicó Freixas.
     El agente se resignó y prosiguió con lo que consideró que era una parodia, en lugar de una investigación policial al uso.
     —Bien Anita, ¿porqué consideras que no cometiste ninguna violación de tus programas?
     —Para explicárselo, tendría que relatarle una historia muy larga que comenzó diecisiete horas antes. —Respondió A.N.A.
     —Cuéntala, tenemos dos horas por delante para aclarar todo esto.

***
     No se por dónde empezar, no estoy programada para narrar hechos reales; apenas puedo contar los cuentos infantiles en DVDs que me insertan en mis unidades de disco externas, pero intentaré darles una información lo más precisa y detallada posible.
La señorita Pitina y su hija, la preciosa Cuquita, niña a quien yo debía cuidar, se quedaron solas en la mansión Manor después de que Don José María, padre de Cuquita y esposo de Pitina, tuviera que ausentarse de improviso por un asunto de negocios en Sudamérica.
     Verá, la mansión está muy alejada de cualquier centro urbano por deseo de Don José. El Gran Desierto nuclear de Zorita nos separaba de la zona descontaminada de Albacete. Siempre se lo advirtió la señora a su esposo: “¡José, estoy harta de no ver nunca a nadie y de que cada vez que tengo que salir al mercado del pueblo me tenga que poner los trajes antirradiación! Aparte de que en este pueblo viven cuatro gatos y la mitad de ellos son unos lisiados mutados. Y eso sin contar con que en este desierto nos podría pasar cualquier cosa sin que nadie se enterase por culpa de que aquí no funcionan los sistemas de detección de la Policía Privada” Le escuchaba comentar muchas veces a Pitina en una de las tantas discusiones que tenía el matrimonio que me obligaban a llevarme a la niña a su habitación del piso superior para que no sufriera con estas, a veces violentas, disputas familiares.Añadir Anotación
     Por mi parte, tengo que decirles que a mí nunca me gustó ese entorno; una mansión envuelta dentro de una cúpula protectora antirradiaciones en mitad de un desierto radiactivo era el peor lugar para educar a una niña.

***
     —Ya, pero ¿eso qué tiene que ver con lo relacionado con lo que sucedió hace unos días? —Carralero interrumpió la declaración de A.N.A.
     La robot se disculpó y prosiguió con el relato de los hechos.

***
Perdonen este desvarío, pero entendí que era necesario relatarles eso para que comprendieran en parte todo lo que aconteció más tarde.
     La noche después de que se marchara Don José María, un vehículo terrestre muy desvencijado llegó a la entrada exterior de la cúpula de la mansión. Las puertas se abrieron y salieron de él dos personas ataviadas con sendos monos protectores pidiendo ayuda mediante un comunicador de señales lumínicas.Añadir Anotación
     En el receptor de señales estos destellos fueron traducidos y convertidos en señales sonoras, que dijeron: “¿Nos puede dejar entrar en su casa? Nuestro coche se ha estropeado y le están entrando dosis letales de gas de uranio y de trilitio por una grieta”.
     Mi señora, que entonces estaba viendo “Tómbola 2.0, lo nunca visto en morbo” en la holovisión, se levantó de su asiento y fue muy confiada a abrir la puerta con la intención de socorrer a esos dos viajeros.
     Abrió la puerta, hizo señas con las manos y con su suave voz dijo:
     —Señores, faltaría más, entren, entren… Pueden pasar la noche en mi casa hasta que venga mañana un mecánico que les repare la fuga.
     Se abrió la primera compuerta de la cúpula y los dos hombres entraron en ella. Se cerró y quedaron confinados en un compartimiento estanco hasta que quedaron ellos y su ropa libres de todo rastro de radiación.Añadir Anotación
     Entonces se abrió la compuerta interior de la cúpula y Pitina fue a recibirlos con los brazos abiertos a la par que me ordenaba que yo fuera preparando algo para que cenaran y que acondicionara el cuarto de invitados.Añadir Anotación
     Los dos hombres se adentraron por el jardín de la entrada con unos gestos ya muy poco amigables. Cuando estaban a poco más de un metro de mi señora, uno de ellos se quitó la capucha y sacudió la cabeza. Su rostro tenía rasgos orientales, sus cortos cabellos, negros y tiesos como los pelos de una escoba, estaban peinados a cepillo y una cicatriz le surcaba la mejilla.Añadir Anotación
     A esto, Pitina ya comenzó a sospechar algo. Demasiado tarde…
     Yo, quise ayudarla, pero mi programación me impide dañar a seres humanos y estaba demasiado lejos de su posición, concretamente en la segunda planta del edificio principal de la finca, jugando con Cuquita en su cuarto.
En el momento que mi señora comenzó a dar signos de que sospechaba de ellos, el oriental zafó a mi señora por el cuello con sus dedos nervudos.
     — Anita, —me llamó desesperada— saca a Cuquita de aquí como puedas.
     Entonces el oriental llamado Wong (como más tarde supe que se llamaba) le tapó la boca con la mano, mientras los dedos de la otra mano se clavaron con fuerza en el cuello de mi ama.
     — ¡Calla de una vez y no intentes nada! De lo contrario lo pagaréis tú y tu hija. —Chilló Wong
     Pitina calló, saltaron lágrimas de impotencia de sus ojos y su cuerpo tembló como si le dieran espasmos y hubiera perdido el control de sus articulaciones.
     — ¡No, Cuquita no! — se lamentaba histérica Pitina, que había conseguido destapar su boca tras morder la palma de la mano del oriental.
— ¡Zorra! ¿No te dije que mantuvieras tu pico cerrado? —Acto seguido, el oriental sacó de un bolsillo de su cinturón un pequeño puntero láser con el que cercenó los dedos de la mano derecha de mi señora. No sangró mucho, pues la carne fue cauterizada por el mismo rayo que le mutiló, pero sé que sufrió mucho dolor.Añadir Anotación
Mientras tanto, yo estaba paralizada observando la escena sin saber qué hacer. En mi programación no entraba cómo actuar en un caso parecido y mi CPU bloqueó mis sistemas de decisión. No podía moverme, pero seguía escuchando y viendo todo lo que pasaba a mí alrededor.
     —Tú Chirla, deja de mirarlo todo como si fueras un pasmadote y haz algo, que para eso te pago. Vete a por la mocosa esa. —Le ordenó Wong a su compinche, quien todavía no se había quitado el respirador del traje antirradiación.
     —Hecho jefe. —Dijo su secuaz después de quitarse el sombrero de la cabeza.
     El cráneo de Chirla estaba afeitado y en su calva lucía un tatuaje de una serpiente que le llegaba hasta frente, donde estaba pintada su cabeza que miraba con odio a quien se atreviera a mirarla directamente.
Por el vocerío de fuera, Cuquita tuvo la idea de asomarse a la ventana a ver qué pasaba. Su cabecita fue descubierta por Chirla, que en varias zancadas llegó a la puerta de la mansión y se pasó unos minutos buscando dónde estaba la habitación en la que había visto a la niña.Añadir Anotación
Sus pisadas sonaban cada vez más cercanas. Cuquita, como si estuviera viviendo una pesadilla, se escondió debajo de la cama con la vana esperanza de que ahí no pudieran encontrarla.
Una tras otra, el malhechor fue abriendo cada puerta de cada cuarto del pasillo de la segunda planta, hasta que alcanzó la correspondiente a la de la habitación de mi niña.
La puerta no estaba cerrada con llave y le resultó muy fácil a este hombre abrirla. La abrió produciendo mucho ruido, supuse que con intención de asustar a la niña.
Cuqui retrocedió debajo de la cama hasta que quedó hecha un ovillo contra la pared. Mientras, el delincuente, abrió los roperos y sacó toda la ropa hasta que comprobó que ahí no había nadie. Sus pesquisas siguieron por todos los rincones de la estancia y sólo le quedó por revisar la cama.
Chirla se agachó y rebuscó debajo de la cama hasta que encontró a su presa, entonces soltó una risa cruel. Con apenas extender el brazo agarró la pierna de la pequeña y arrastró el cuerpo de la niña por el suelo hasta que la dejó tendida en el pasillo.
Apenas reparó en mí, me veía como si fuera un trasto estropeado, cogió a Cuquita por la coleta y la llevó a la planta baja por el ascensor.
Desde ese momento, sólo capté voces y sonidos durante unos cuantos minutos, lo siento pero no dispongo de visores caloríficos o de rayos X con los que visualizar estancias separadas por tabiques o suelos y parte de lo que les relataré será a base de las suposiciones que visualizó mi CPU acorde a lo captado por mis sensores auditivos.Añadir Anotación
Los dos delincuentes se reunieron en el salón principal, donde también habían dejado a las dos mujeres.
Wong conectó el viejo videófono de transmisión por cable situado encima de la chimenea del salón y estableció una llamada con el videocelular de Don José María.
—Chema… sabes que las Triadas no se andan con chiquitas con los traidores y los ladrones. Y ya sabes qué hacemos con este tipo de gente. —Indicó desafiante Wong.
—Un momento, en ningún momento quise robarle nada al señor Chan. Considéralo como si le hubiera pedido un préstamo, y le reintegraré con intereses cuanto antes todo el dinero que me llevé de su caja fuerte. —Respondió José.
—Inepto… No sólo te llevaste lo que no era tuyo; también traicionaste la confianza que en ti tenía depositada nuestro jefe. Y eso es lo peor que podría hacer cualquier miembro de nuestra organización. ¿Y todo para qué? Para gastarte varios millones en putas y apuestas ilegales.
— ¡Maldito cabrón! —Le reprochó Pitina a su marido— ¿Eso es lo que haces siempre que te vas de viaje? Cuando termine todo esto ya verás, ya.
— Un momento cariño, todo se trata de un malentendido. Y no los creas, seguro que los de la oficina me están gastando una broma.
— ¡Esto no es ninguna broma! ¡Mira lo que le han hecho a mi mano, pedazo de cabrón! — Dijo irritada Pitina mostrando su mano mutilada.
Pasó un rato en el que mis años estuvieron discutiendo y por la respiración de los dos delincuentes y alguna que otra risa o chascarrillo, se lo pasaron muy bien con esta discusión, hasta que Wong los interrumpió:
—Bonita discusión familiar. Lástima que tengamos otros asuntos pendientes más importantes por atender.
»Chema, tienes dos minutos para decirnos donde está la pasta. De lo contrario, no quieras ni imaginar la cantidad de torturas y atrocidades a las que someteremos a tu mujer e hija. Y la cuenta atrás comienza ahora… Dos minutos, minuto cincuenta, minuto cuarenta… Venga, que el tiempo se acaba…
— ¡Un momento! —Vociferó José María— Les puedo dar el código secreto de mi caja fuerte… Está en la mansión donde están ahora. Dentro encontrarán unos documentos, resguardos y contratos con los que podrán recuperar el dinero.
— ¿No nos estarás mintiendo, verdad? Porque sabes que no me gustan los mentirosos. —Lo amenazó Wong.
— ¡No, no! Es cierto, en la caja blindada encontraréis lo que os digo. Está escondida dentro de un compartimiento secreto del bote sinfónico del retrete.
— ¿Serás cerdo? Mira que esconder una cosa tan valiosa en un sitio tan sucio. ¡Joder, que vamos a tener que mancharnos las manos por tu culpa!
Entonces, “desperté”. Recuperé parte de la movilidad de mis piernas e inicié una lenta caminata que me llevó hasta el ascensor. Tardé diez minutos en recorrer veinte metros en los que fui comprendiendo los motivos de mi bloqueo y una decisión fue tomando forma en mi cerebro electrónico.
Mientras tanto, abajo los criminales seguían dialogando con mi señor.
—Si nos dejas en paz a mi familia y a mi, os daré todo lo que quiere el señor Chan y más, si hace falta. —Suplicó Don José María.
— Bien dicho. Lo malo es que todavía no me fío de tu palabra… Y para que veas que vamos en serio, se me acaba de ocurrir una idea.
»Chirla, ¿Cuánto hace que no…?
—Uf, más de lo que quisiera pensar, jefe. —Contestó Chirla— Desde que me metieron seis meses en la cárcel por atraco a mano armada y salí de ella hace un par de meses, nada de nada. Más de lo que puede soportar todo hombre que se precie de serlo. Porque jugar a un solitario no es lo mismo que jugar una partida con más jugadores.Añadir Anotación
—Pues esta es tu oportunidad de pasártelo bien. —Le dijo Wong— Me voy a abrir la caja fuerte. Tú, mientras, ocúpate de la mujer.
—Hecho, jefe.
A continuación se me hace muy difícil transcribirles lo que sucedió. Desde que Wong se fue a abrir la caja fuerte de Don José María hasta que regresó pasaron diecisiete minutos en los que el salón se convirtió en una sucesión de gritos de miedo, de rabia y de placer entre otros sonidos desagradables. No se lo que pasó abajo, pero supongo que Pitina y Cuquita vivieron un horror.Añadir Anotación
Cada vez más desbloqueada logré alzar mi brazo con la intención de pulsar el botón de llamada del ascensor, pero debía ser cauta y que los malhechores no sospecharan de mi presencia, aparte de que mis sistemas estaban operativos a sólo el veinticinco por cien. Por ello, tomé la dura decisión de aguardar unos minutos más para intervenir hasta que estuviera preparada para actuar.Añadir Anotación
Wong retornó al salón y, por el tono de su respiración parecía cargar más peso de con el que se fue.
— ¡Desgraciados, esto que habéis hecho lo pagaréis bien caro! — Dijo Don José Mari lleno de ira nada más llegar Wong.
—Agradece que haya encontrado en la caja todo lo que buscábamos, de lo contrario lo lamentarías aun más. —Replicó el oriental— Por cierto, ni se te ocurra hacerte el héroe. A la mínima sospecha que tenga de que has llamado a la policía o de que has activado algún sistema de seguridad interno, ordeno al Chirla que se las cargue.Añadir Anotación
»Es mas, para asegurarnos de que no llamarás a nadie que pueda perseguirnos, nos llevaremos a tu Pitina y tu Cuquita con nosotros…
Sistemas al sesenta y siete punto nueve por cierto de efectividad, ya tenía potencia más que suficiente para vencer en una lucha al equivalente de un hombre y medio. No podía esperar más tiempo a ganar más fuerzas, debía actuar ahora para tratar de rescatar a mi ama y su hija.
Levanté la mano y presioné el botón de llamada del ascensor. Nada mas llegó entré en el y ordené por voz que me condujera a la planta baja.
La puerta del ascensor se abrió deslizándose hacia la derecha y me encontré en el pasillo que conducía desde el hall hasta el resto de dependencias de la planta baja, incluido el salón principal.
Me dirigí a dicha estancia y me encontré con que Pitina, Cuqui y los dos malhechores se habían marchado en el tiempo que me pasé dentro del ascensor.
El videófono seguía conectado y Don José María todavía no lo había apagado. Mi amo continuaba aguardando ante la pantalla la aparición de alguien que pudiera ayudarlo. Ese “alguien” era yo.
—Anita, me alegro de verte. ¿Estás bien? —Me dijo.
—Estoy bien, señor. Operativa a un noventa por ciento después de sufrir una avería causada por una contradicción en mi programación.
—Me alegro. ¿Funciona tu comunicador interno?
—Sí, desde hace tres segundos y veinte milésimas.
—Perfecto. Escucha, no hay tiempo que perder, Esos hijosdeputa se han llevado con ellos a Pitina y Cuquita en su coche.
»Sé que puedes correr tan deprisa como un coche. Así que, ve a por ellos antes de que lleguen a la autopista principal. Ya te seguiré e iré dándote instrucciones a través de tu comunicador.
Inmediatamente me puse a correr a una velocidad de doscientos noventa kilómetros hora (todavía mis articulaciones están resentidas de forzarlas tanto), abandoné pronto la mansión y me dirigí por la vieja carretera comarcal que unía la mansión y el cercano pueblo con la Autovía de Valencia siguiendo el rastro del automóvil de Wong y Chirla.Añadir Anotación
Poco después alcancé visualmente al coche de los dos secuestradores. El auto iba a buena velocidad. Sin embargo no era la suficiente para dejarme atrás y Chirla, vestido con su traje antirradiación, sacó el cuerpo por una ventanilla superior y comenzó a dispararme con su pistola automática con la intención de ralentizar mi marcha o destruirme.Añadir Anotación
Sus disparos no eran muy certeros y apenas llegaban como máximo a rozar mis extremidades. Cada vez estaba más cerca y a Chirla se le veía desesperado, mientras discutía con Wong, quien estaba al volante del vehículo.
Entonces, agarré el coche por el paragolpes trasero y lo levanté inmovilizándolo. Con un rápido movimiento de mi mano derecha hice una pinza en cada una de las ruedas traseras hasta que las pinché.
Sin poderse mover, Wong y Chirla tomaron una decisión que yo no pude prever y salieron del coche usando a Pitina y Cuquita como escudos humanos, también estando vestidas con trajes antirradiación las dos mujeres.
—“Frankenstein”, un paso en falso y me cargo a tu ama. —Me amenazó Wong, en tanto que con su escopeta de cañón recortado presionaba la sien de mi señora. Su voz sonaba más metálica que la mía escuchada a través del respirador de su traje.
Al menos, tanto mi ama como la niña padecían una especie de estado de shock y apenas se enteraron de lo que pasó entonces.
—No dejaré que te las lleves. —Le repliqué.
—Pues si continuas así, te las llevarás en una bolsa de plástico negro.
—Suéltalas.
— ¡Y una mierda! —Me respondió el oriental— Total, apenas eres una mierda de trasto que no puede dañar a un ser humano ¿qué se supone que me puedes hacer?
Si pronunciar ni una sola palabra, me acerqué a ellos con la intención de desarmarlos. Entonces, Chirla disparó sobre mi pecho y caí de espaldas al suelo derribada por el impacto de la bala. No sufrí daños importantes a excepción de que se me abolló un poco el chasis a la altura del pecho.
Me incorporé medio aturdida (mis sistemas de equilibrio fallaron por unos momentos después del disparo) y ellos, asustados, corrieron llevándose a rastras a Pitina y Cuquita.
Recién estabilizado mi corrector de equilibrio, corrí tras ellos. Wong, que cargaba con Pitina decidió una cosa terrible:
— ¡Chirla! Mejor me deshago de la vieja ésta y nos quedamos sólo con la niña. Que la jodía pesa mucho y nos está ralentizando.
El oriental se dio la vuelta y me dijo:
— ¡Tú, robot! ¿Querías a esta mujer? Toma, toda tuya. —Wong arrojó a Pitina contra el suelo y le arrancó el respirador de la cara.
Wong me lanzó una mirada de desafío y le indicó a Chirla mediante un gesto que saliera corriendo lo más rápido que pudiera cargando con la niña.
Rauda fui a socorrer a mi ama, quien comenzó a sentir los efectos de envenenamiento por radiación.
—Ya es tarde para mí. Salva a mi niña, yo ya estoy muerta. —Me rogó con su rostro desencajado.
—Señora, no diga eso. ¿Cómo va usted a morirse? —Pregunté asustada, aunque ya conocía la respuesta de antemano y no deseaba que fuera verdad.
—Es lo que tiene el trilitio, que se te mete en la piel y los pulmones y ya no puedes quitártelo. —Dijo entre lágrimas— Anda, vete y prométeme que cuidarás de Cuquita por mí.
—Lo haré, lo haré. —Me incorporé y rastreé la dirección que siguieron los malhechores.
En unos segundos los volví a alcanzar.
—Soltad a la niña. —Ordené.
—¡Mierda de robot! —Bramó Chirla, que agarró a Cuquita del cuello— Mejor no te acerques, si no quieres que a esta mocosa le pase lo mismo que a su madre.
Desoí al criminal y me acerqué a ellos. De ninguna manera iba a permitir que a mi niña le pasara nada malo.
Luego, todo sucedió muy deprisa.
Chirla trató de arrancarle el respirador a Cuquita.
Wong me disparó, pero erró el tiro (a pesar de la corta distancia) y yo, con un manotazo, tiré a Chirla al suelo antes de que le retirase la careta del rostro a la niña.
Los dos criminales reaccionaron y en venganza, pues sabían que no eran rivales para mí, intentaron asesinar a Cuquita antes de escapar, disparando contra ella.
Hice de parapeto con mi cuerpo y las balas rebotaron en todas direcciones. Uno de los proyectiles rebotados dio en el cuello de Chirla, quien con una mano intentó que no se le escapara la sangre del cuerpo.
Wong huyó lo más rápido que le permitieron sus piernas. Yo no estaba dispuesta a que más seres humanos sufrieran por las acciones de ese animal y lo capturé. Acto seguido le quité el respirador y lo dejé tirado en mitad del desierto radioactivo.
Recogí a Cuquita, la subí a mis hombros y emprendí camino a casa.
Chirla seguía agonizando y me pidió ayuda cuando pasé a su lado. Le denegué el auxilio y dejé morir a los dos criminales sin preocuparme por ellos y sin socorrerlos. Lo más importante en esos momentos eran la salud y seguridad de mi niña.

***
—Esa es toda la historia de lo que pasó durante el secuestro de mi pobre ama y su hija. ¿Necesitan que les cuente algo más? — Preguntó A.N.A. 2.0
—La verdad es que no nos has despejado muchas dudas. —Comentó Carralero— Pero todavía hay algo que no entiendo…
—¿El qué? Ya se lo he contado todo. —Dijo A.N.A.
—Mire, yo no entiendo mucho de robótica, pero todavía no comprendo porqué mató a esos dos hombres —expresó el inspector tanto para que le escuchara la robot como los técnicos de Spanish Robotics— ¿No existe una ley que le prohíbe dañar a los seres humanos?
—La hay. —Aclaró A.N.A— Sin embargo, después de haber tratado con ellos durante esas trágicas horas yo decidí que no eran humanos. Y por ello no merecían vivir.

FIN

“Un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano resulte dañado” Primera Ley de la robótica. Isaac Asimov.Añadir Anotación


José Luis Mora
jmazarias@dreamers.es

ENLACES
Asimov Ciencia Ficcion
DCFan, 21 de Junio de 2004
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